La lectura de algunas obras referidas a la religión y prácticas esotéricas egipcias tales como “La Mitología egipcia” de Karl Müller y “El Saber Mágico en el Antiguo Egipto” de Christian Jacq, me llevó a meditar sobre algunas analogías presentes entre las prácticas del ritual, propias la Casa De La Vida, en la cual se iniciaban los sacerdotes egipcios en los Misterios y las características del simbolismo y ritual practicado en nuestras tenidas.
De los datos extraídos de estos libros resulta evidente que en Egipto tenía el templo la forma de un doble cuadrado, en cuyo centro había tres cubos superpuestos en disposición de altar, sobre el cual se colocaban los libros de las Escrituras Sagradas; no las mismas que las nuestras que todavía no se habían escrito.
Los cubos representaban los tres Aspectos o Personas de la Trinidad: Osiris, Isis y Horus, según se infiere de los signos en ellos grabados.
En la entrada del templo había dos columnas y sobre ellas cuadros que representaban la Tierra y el Cielo. Una columna lleva un nombre que signiica “en fortaleza”, y el nombre de la otra quiere decir “establecer”. Este pórtico simboliza el camino que conduce al mundo superior del Amenta, donde el alma se entrefundía con el inmortal espíritu y quedaba así establecida para siempre, por lo que el pórtico era el símbolo de la estabilidad.
En la entrada de la Logia había constantemente dos guardias armados de cuchillos. Al guardián exterior se lo llamaba Vigilante y al interior el Heraldo. Al neófito se le despojaba de la mayor parte de su vestimenta. Luego se le conducía a la puerta del templo, donde se le preguntaba quién era. Respondía que era Shu, el “suplicante” que llegaba ciego en busca de la Luz. La puerta estaba formada por un triángulo equilátero de piedra que giraba en torno de un quicio central.
El neófito al entrar, pisaba un cuadrado, y al pisarlo se suponía que iba pisando y trascendiendo el cuaternario inferior o personalidad del hombre, a fin de desenvolver la tríada superior, el ego del alma.
Luego se le conducía por largos pasillos, y se le hacía dar siete vueltas alrededor de la Logia, en cuyo centro se le colocaba después de haber respondido a varias preguntas, e interrogado acerca de qué quería, se le insinuaba que respondiera “Luz”. En todas estas pruebas había de echar a andar con el pie izquierdo.
Según dice el “Libro de Los Muertos”, si el neófito violaba su juramento se le cortaba el cuello y se le arrancaba el corazión.
Por su parte, el papiro de Nesi-Amsu menciona otro grado en el que se desmiembra el cuerpo y se reduce a cenizas que sobre la superficie de las aguas se esparcen a los cuatro vientos.
En el templo de Khnumu, en la isla de Elefantina, frente a Assuán, hay un bajorrelieve con dos figuras: la del faraón y la de un sacerdote conla cabeza de ibis de Thot (imagen divinizada de Hermes Trismegisto). El Bajorrelieve presentaba una iniciación, y la palabra es maat-heru, que significa “de voz verídica” o “uno cuya voz debe ser obedecida”.
El mallete por aquellos tiempos era de piedra y era un modelo de doble hacha; el mandil era de cuero y de forma triangular. El del primer grado era puramente blanco; pero el de los maestros era de brillantes colores con abundantes joyas y borlas de oro.
En el centro de las logia brillaba la Estrella Flamígera, aunque era de ocho puntas en lugar de seis o cinco. Se la llamaba “Estrella del Alba”o “Estrella de la Mañana” y era símbolo de Horus, el dios de la Resurrección, a quien se presenta con ella sobre la cabeza y como si se la ofreciese a sus discípulos.
La escuadra era muy buen conocida y se la llamaba neka. Se la encuentra en numerosos templos y también en la gran pirámide de Gizah. Según Konrad Menué, escritor de la obra “La Masonería y las Ciencias Ocultas” (otro de los materiales leídos para el trazado de esta plancha), la neka era empleada para escuadrar piedras y también, de un modo simbólicos, para educar la conducta, lo cual se acomoda a la interpretación que los masones hacemos de ella. Construir con la escuadra equivalía a construir para siempre, según las enseñanzas del Antiguo Egipto; y en la egipcia Sala del Juicio, se ve a Osiris sentado sobre la escuadra mientras juzga a los muertos. Así, la escuadra vino a simbolizar el fundamento de la eterna ley.
Siguiendo la línea conceptual y simbólica de la escuadra, resulta bastante curioso que los descendientes de los negros del Nilo, que hace siglos emigraron de Egipto para establecerse en el África Central, cuando prestan juramento ante los tribunales lo hacen formando una escuadra entre el húmero y el cúbito y radio, formando el vértice en el codo, con el pulgar apuntando hacia la parte media del cuello.
Otro pasaje interesante del Libro de los Muertos es una lámina en la que se muestra a un grupo de iniciados saludando hacia el Sol poniente.
El Libro de los Muertos, como impropiamente suele llamarse, es parte de un manual destinado a servir como una especie de guía en el mundo astral, con varias instrucciones respecto a cómo habían de conducirse las almas de los difuntos y de los iniciados en las regiones inferiores de aquel otro mundo.
En un principio el Libro se mantuvo secreto, si bien con posterioridad se copiaron de él en papiro algunos capítulos para colocarlos en las tumbas de los difuntos.
Los antiguos egipcios admitían siete almas o fuerzas vitales emanadas del Altísimo, a las que los filósofos orientales llaman los Siete Primordiales. Seis de ellas son prehumanas y la séptima es nuestra Humanidad, dada a la luz por la vírgen Neith. Esta interpretación del universo etérico al que pertenece el Alma está representado de manera similar en el Kybalión, una de las primeras herramientas con la que comenzamos a pulir la piedra bruta los masones.
Podría continuar citando similitudes entre las prácticas propias de la Casa de la Vida o Casa de los Secretos del Antiguo Egipto y la Masonería. No hay dudas de que nuestra institución tiene bastantes cosas en común con la civilización del Nilo de hace seis mil años, y ello lo demuestra el hecho de que en el mundo masónico hay uno de los más antiguos rituales existentes.
Debemos admitir que el mero descubrimiento de uno de los símbolos masónicos en los monumentos de la antigüedad no supone necesariamente la existencia de una Logia; pero al menos demuestra que en tan lejanos tiempos pensaban los hombres en el mismo sentido y trataban de expresar sus sentimientos y pensamientos en el mismo lenguaje simbólico con el que hoy día se expresa la masonería.
Una respuesta a «Antecedentes egipcios de la Masonería»